¿Te ha pasado alguna vez que te has sentido raro o incómodo al mirar la imagen de un robot demasiado humano o una animación 3D con un aspecto muy realista? Pues eso tiene un nombre y es “valle inquietante“. A continuación profundizamos en una de las teorías más curiosas acerca de la relación entre seres humanos y robots.
¿En qué consiste la Teoría del Valle inquietante?
El valle inquietante de la robótica hace referencia al rechazo que provocan en los observadores humanos las réplicas antropomórficas con un excesivo parecido a un ser humano real.
Según esta teoría, la aceptación o familiaridad de los seres humanos hacia los robots va en aumento a medida que muestran un comportamiento o apariencia más humana. Sin embargo, llegados a cierto punto, cuando las réplicas son demasiado exactas, se produce una caída drástica en el grado de aceptación, tornándose en un rechazo frontal y directo.
Las consecuencias del valle inquietante se traducen en sentimientos de incomodidad, extrañeza o repulsión. De hecho, algunos autores se refieren a esta reacción como la filosofía de lo inquietante, lo ominoso, lo abominable o lo misterioso.
¿Cuál es su origen?
El término valle inquietante o uncanny valley (también traducido como “valle misterioso“) fue acuñado por Masahiro Mori en 1970. Este profesor experto en robótica se basó en teorías anteriores de autores que estudiaron el modo en que se comportaba la psicología humana.
Uno de los primeros autores en hacer referencia a “lo inquietante” fue Ernst Jentsch quien, en su ensayo titulado On the psyshology of the uncanny (“En la psicología de lo inquietante”) profundizaba sobre los procesos mentales que llevaban a ciertas personas a mostrar un rechazo ante ciertas imágenes.
Otro autor que siguió esta corriente fue Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Sin embargo, se podría ir incluso más atrás. En el siglo XIX Charles Darwin ya se refirió a efectos similares al valle inquietante en sus estudios sobre la evolución de las especies.
En su libro The voyage of the Beagle, Darwin se refería a la repulsión que le causaba en particular un tipo concreto de serpiente de cascabel. Según Darwin, el rechazo hacia esta serpiente estaba originado por “la posición de sus diferentes características con respecto a las demás de manera proporcional al rostro humano, creando una especie de sensación desagradable al verla“.
¿Cuál es la causa del rechazo a los robots casi humanos?
Los autores que han investigado sobre el valle inquietante en robótica han llegado a ciertas conclusiones sobre este curioso efecto, aunque no existe un consenso al respecto.
Una de las corrientes más aceptadas afirma que el valle inquietante están motivado por impulsos subconscientes que el ser humano ha adquirido con el tiempo, relacionados con la supervivencia de la especie. Según esta teoría, al observar robots humanoides con apariencia demasiado humana se activa una especie de mecanismo de defensa que lo relaciona con la nula fertilidad, la ausencia de hormonas y, en definitiva, su incapacidad para participar en la perpetuación de la especie.
Otras teorías afirman que el valle inquietante viene causado por la certeza de la muerte. Al observar a un robot de apariencia humana se activan mecanismo en el cerebro que nos recuerdan la inevitabilidad de la muerte, y la posibilidad de que los robots nos sustituyan cuando nosotros ya no estemos.
El fenómeno del valle inquietante se traduce en sentimientos de incomodidad, extrañeza o repulsión. De hecho, algunos autores se refieren a esta reacción como la filosofía de lo inquietante, lo ominoso, lo abominable o lo misterioso.
Por otro lado, el rechazo también podría estar relacionado con los defectos que presentan este tipo de robots. A pesar de su apariencia humana, sus comportamientos, gestos o movimientos resultan extraños. Estos defectos podrían ser interpretados por el subconsciente como una forma de patología, enfermedad o contaminación bacteriana. También se asocia al temor a perder el control corporal.
La unión de las características que los hacen parecidos a los seres humanos, junto con las anomalías que los diferencian de nosotros, también podría hacer que el cerebro interpretase la imagen de estos robots como cadáveres. Esta reacción de rechazo o repugnancia se hace más patente todavía ante la imagen de androides o robots de aspecto humano desmontados o con sus partes separadas.
Otros autores explican el valle inquietante como una especie de paradoja basada en las expectativas. Cuando un robot no se parece demasiado al ser humano, el cerebro tiende a destacar aquellos aspectos que sí recuerdan a la apariencia y comportamiento humano. Por el contrario, a medida que un robot se parece más a un ser humano, se da el fenómeno contrario. Es decir, en estos casos el cerebro valoraría al robot desde la expectativa de lo que debe ser un ser humano, haciendo especial hincapié en las anomalías que lo diferencian de nosotros. Esto provoca que las diferencias se hagan más patentes cuanto más parecido sea el robot, causando una sensación de extrañeza.
El párrafo anterior hace referencia a teorías como la incertidumbre perceptiva o la codificación predictiva. Según estas teorías, cuando vemos a un robot trabajando lo consideramos como una máquina realizando una tarea aceptable (por ejemplo, un brazo robótico en una planta de fabricación e automóviles). En cambio, si ese mismo robot tiene apariencia humana y se le juzga desde esa perspectiva, pasaría a ser una entidad terrible realizando un acto reservado a los humanos.
La religión también puede tener que ver en esta percepción. El existencialismo, el concepto de alma, la creencia de la existencia de un creador provoca una disonancia entre lo creado de forma natural y aquello producido de forma artificial, pero a imagen y semejanza de lo natural. Esto no ocurre en determinadas culturas como la japonesa, donde religiones como el sintoísmo conceden alma a todos los elementos que forman el mundo, ya sean personas, animales, plantas, ríos o montañas. Ya te hablamos de por qué en Japón no se da el fenómeno del valle inquietante en nuestro artículo sobre robótica japonesa.
También están los autores que afirman que el valle inquietante es algo provocado única y exclusivamente por la falta de costumbre. El cerero no está acostumbrado a ese tipo de imágenes y las califica como una “cosa extraña”. A medida que los robots con aspecto humano sea más comunes, este rechazo iría disminuyendo de forma paulatina.
El Test del Valle inquietante: ¿Qué sensación te causan estos robots?
Para la mayoría de personas el rechazo hacia este tipo de robots es difícil de explicar. Simplemente está ahí, existe, pero no sabes por qué.
Tú mismo puedes hacer la prueba. Por ejemplo, Hiroshi Ishiguro es un experto en robótica que busca hacer réplicas de robots exactas al ser humano a los que ha denominado Geminoids. Tiene una versión robótica de sí mismo, Geminoid HI, otra qe toma como ejemplo un modelo femenino llamada Geminoid F, y otra con rasgos masculinos denominada Geminoid GK. Mira este vídeo. ¿Qué piensas? ¿Te causan algún tipo de sensación extraña o incómoda?
Otro ejemplo podría ser Sophia, uno de los robots dotados con inteligencia artificial más famosos. Sophia tiene apariencia humana, es capaz de mantener una conversación o realizar gestos faciales que muestran emociones. Sin embargo, no deja de ser un robot y su apariencia o reacciones pueden resultar inquietantes a la vista de algunas personas.
¿Y qué me dices de Han? Es otro robot con apariencia humana, similar a Sophia (de hecho, ambos han participado en ferias y convenciones donde han conversado el uno con el otro). ¿Te parece que este robot está dentro del valle inquietante?
Y ojo porque el fenómeno del valle inquietante no es exclusivo de la robótica. También se da en otros ámbitos como la animación 3D. Uno de los primeros casos fue el cortometraje de animación de Pixar “Tin Toy” (1988), el cual provocó una reacción negativa entre el público a causa de la apariencia del personaje del bebé. La audiencia sintió rechazo hacia él a causa de su excesivo parecido con un bebé humano.
Otro caso parecido fue la película de animación con captura de movimientos “Polar Express” (2004). Parte de la audiencia sintió un gran rechazo ante la apariencia de algunos personajes, principalmente el revisor del tren “interpretado” por Tom Hanks, quizá porque era el rostro más reconocible.
En definitiva, hay reacciones psicológicas que todavía resultan un misterio. Lo extraño y desconcertante nos provoca una sensación de inquietud superior a otras imágenes que, a priori, podrían ser mucho más desagradables. Muchos han intentado encontrar las causas. Pero si nos lo preguntan a ti o a mi responderemos algo parecido a “simplemente es así, no sé cómo explicarlo“.