El desarrollo de los robots programados con inteligencia artificial ha provocado la aparición de un nuevo escenario en el que las interacciones entre humanos y máquinas son cada vez más cercanas y “reales”. Por ello, ha aparecido una nueva rama de la robótica llamada robótica social que estudia el presente y el futuro de las relaciones entre el ser humano y los robots. ¿Qué funciones sociales pueden llegar a cumplir las máquinas? ¿Llegará algún día en el que podamos tener empatía real por un robot? ¿Es posible que en un futuro podamos considerar a los robots nuestras mascotas, o más aún, nuestros amigos o nuestra pareja?
¿Qué es la robótica social?
La robótica avanza a pasos agigantados. A raíz de este desarrollo, en los últimos años ha surgido el debate de si los robots pueden llegar a sustituir o equipararse al ser humano. Algunos sectores ven este razonamiento como una duda provocada por el temor ante lo todavía desconocido, o una baja asimilación o tolerancia a los cambios. Otras corrientes de pensamiento consideran que estas dudas son razonables, en tanto en cuanto la expansión de los robots en nuestra vida cotidiana y profesional podría llegar a cambiar profundamente los roles del ser humano en el mundo, tal y como los conocemos hoy en día.
Los primeros robots solo eran máquinas simples, capaces de hacer trabajos mecánicos. Poco a poco fueron adquiriendo nuevas posibilidades para realizar tareas más complejas, y la culminación ha llegado con el desarrollo de la inteligencia artificial. Esta tecnología permite a los robots, a través de algoritmos, comportarse de forma similar a como lo haría un ser humano, ya sea en un entorno real o virtual.
La inteligencia artificial ha permitido que los robots puedan desempeñar numerosas tareas que, tradicionalmente, han sido responsabilidad del ser humano. Tenemos la robótica en medicina, donde máquinas inteligentes son capaces de asistir a los médicos; también está la robótica militar, con robots capaces de desactivar bombas o comportarse de forma eficiente en un campo de batalla; o la robótica educativa, en la que se prepara a las actuales y futuras generaciones para el uso de esta tecnología.
Por otra parte, los robots cada vez se diseñan con un aspecto más parecido al de un ser humano. Los robots humanoides son cada vez más frecuentes y empiezan a difuminar cada vez más la línea entre los organismos naturales y artificiales. La apariencia humano es solo un paso más para considerar a los robots como entidades similares a nosotros. Sin embargo, todavía existen ciertas barreras psicológicas, tal y como señala la teoría del valle inquietante. Dicha teoría señala que la aceptación de un robot por el ser humano va en aumento a medida que su apariencia es más humana. Sin embargo, llega un punto en el que el parecido es tal, que empieza a causar rechazo. Puede que a ti también te haya pasado. Ves a un robot que se parece demasiado a un ser humano y eso causa en ti una sensación de incomodidad o rechazo.
Pero no se trata solo de la apariencia física, sino de la forma de comportarse. Ya existen casos de robots capaz de mantener una conversación con un ser humano, e incluso mostrar una gran capacidad relacional. En los modelos más avanzados, también pueden reaccionar a estímulos, entender el estado de ánimo de la persona, o incluso mostrar sus propios sentimientos. Es cierto que todas estas reacciones son artificiales y están provocadas por sensores y algoritmos, pero es un primer paso. Incluso hay algunos robots que ya muestran algún signo de conciencia de sí mismos y de su existencia, como es el caso del robot Sophia.
Todo este recorrido nos lleva a la robótica social. O lo que es lo mismo, el uso de los robots con fines sociales. Hasta hace pocos años, los robots se limitaban a tareas mecánicas en industrias o plantas de producción, pero ahora su evolución ha hecho que se hayan empezado a utilizar con otros fines mucho más sociales y relacionados con la interacción con el ser humano. Incluso hay quien va más allá, y señala que los robots han de tener sus propios derechos, o incluso estar dados de alta en la Seguridad Social.
Ya existen casos de robots capaz de mantener una conversación con un ser humano, e incluso mostrar una gran capacidad relacional. En los modelos más avanzados, también pueden reaccionar a estímulos, entender el estado de ánimo de la persona, o incluso mostrar sus propios sentimientos
Pero entonces, ¿qué se entiende por robots sociales? Son aquellas máquinas que tienen una apariencia humanoide y que están dotados con capacidad para relacionarse con el ser humano. Estas máquinas aparentan tener sentimientos y reconocer las necesidades y anhelos de los humanos. Este tipo de robots no están diseñados para ser usados, sino para relacionarse con ellos, casi de la misma manera que los haríamos con un semejante.
El diseño humanoide es un punto importante a la hora de crear el vínculo entre robot y humano. Las formas antropomórficas o similares contribuyen a reconocer al robot como una entidad similar a nosotros, incluso a llegar a reconocerlos como una entidad con personalidad propia, lo que permite que la interacción con ellos sea más natural y profunda.
Es obvio que para muchas personas esta forma de pensar todavía suena a ciencia ficción. Hay miles de millones de personas en el mundo que, probablemente, todavía no han tenido ningún tipo de interacción social con un robot. Seguramente, a todas esas personas les resultará algo muy extraño. Como mucho, sentirán curiosidad. Sin embargo, lo cierto es que la robótica social ya se ha asentado en muchos sectores, tanto profesionales como en la vida cotidiana.
La interacción social entre robots y humanos
Hay diversos estudios que demuestran que el comportamiento de un ser humano frente a un robot es todavía muy distinto al que se tiene frente a otro ser humano. Pero esto no tiene por qué er negativo. Al contrario, los robots despierten una curiosidad que fomenta la interacción y establecer una posición de colaboración. Seguramente, si ahora mismo pudieras interactuar con un robot humanoide, empezarías a probar hasta qué punto puede tener reacciones humanas. Y quizá te sorprenderías.
En este sentido, la robótica social busca crear robots capaces de interactuar con el ser humano en un marco de confianza. Las máquinas dotadas con inteligencia artificial cada vez disponen de algoritmos más complejos y de sensores capaces de captar el significado de las reacciones humanas. Algunos conceptos como el machine learning, deep learning, language processing, sentimental analysis, computación afectiva o incluso el Big Data han contribuido a que los robots nos conozcan cada vez mejor, aunque sea a través del procesamiento de datos.
Por ejemplo, existen robots sociales capaz de comprender el estado de una persona en base a su nivel de temperatura corporal, sudoración, dilatación de las pupilas, tono de voz, rasgos faciales, y muchos otros parámetros biológicos o comportamentales.
Sin embargo, es cierto que todavía existen mucha barreras que superar para la robótica social. Uno de ellos tiene que ver con el factor psicológico. Todavía hay muchas personas que son incapaces de entablar una relación medianamente cercana con un robot, debido a las convenciones sociales y culturales adquiridas a lo largo de su vida. Por otro lado, también existen cuestiones éticas o morales. Es lógico que una persona se pueda preguntar si es ético o moral tener una relación de cualquier tipo con un robot, un ente inanimado y sin sentimientos reales, antes que con una persona.
La labor social de los robots en diferentes sectores
La verdadera certeza es que la robótica social ya está aquí y ha hecho su aparición en numerosos sectores. Por ejemplo, muchos hospitales han empezado a hacer uso de los robots para el trato con pacientes, especialmente con ancianos o niños. Este tipo de robots suelen tener una finalidad distractora, es decir, ofrecen compañía y distracción, a la vez que son capaces de ofrecer información valiosa a los médicos sobre el estado de los pacientes.
¿Y qué hay de la robótica en educación? También hay colegios o universidades que han fomentado el uso de robots para la asistencia a los estudiantes. Por ejemplo, existen casos de robots que se encargan de ofrecer todo tipo de información de ayuda a los alumnos, por lo que éstos han de interactuar con ellos constantemente.
Sin embargo, el mayor ejemplo de robótica social lo tenemos en la robótica japonesa. Está claro que el país nipón tiene una opinión muy diferentes de los robots al resto del mundo. En Japón, los robots forman parte de la vida cotidiana de las personas. Incluso, en un país donde el aislamiento social es tan grande los robots se han tornado para cierta gente en la única vía de escape para tener interacciones sociales.
Y si, la aparición de la robótica social en la vida cotidiana ya llega a extremos impensables hace algunos años. Ya no se trata de que un robot pueda hacer compañía o incluso convertirse en un amigo. Se ha llegado al punto en el que existen los robots sexuales. Efectivamente, las novias (o novios) robots. Esto nos hace preguntarnos: ¿hasta dónde puede avanzar la robótica social? ¿Es posible que en el futuro veamos normal tener una relación sentimental con un robot en lugar de con un ser humano?
Retos de la robótica social
Es probable que para un porcentaje importante de la población la robótica social todavía suene a ciencia ficción. Y lo cierto es que todavía existe mucho desconocimiento sobre los efectos psicológicos que podrían tener las relaciones entre robots y humanos. ¿Hasta qué punto podrían ser capaces de modificar nuestro comportamiento o las interacciones con nuestros semejantes?
Por ejemplo, una de las dudas que plantea la robótica social son los posibles efectos de una exposición excesiva en los niños. A edades tempranas, es importante establecer códigos morales, éticos y culturales, los cuáles se consiguen a través de la comunicación con los semejantes. La interacción continuada con robots podría provocar un cambio radical en la forma en que las futuras generaciones entienden conceptos como la empatía, la igualdad o la justicia.
Por otro lado, hay corrientes de pensamiento que sostienen que las interacciones con los robots están basadas en el engaño. Es decir, las reacciones o comportamientos de los robots no son reales, pero pueden provocar en el ser humano la sensación de que sí lo son. ¿Hasta qué punto es saludable desde el punto de vista psicológico que una persona considere que puede establecer una relación cercana con una máquina? ¿Sería un comportamiento normal llegar a sentir afecto, pena o amistad por un robot? En definitiva, ¿podrían los robots llegar a cambiar las interacciones humanas?
En relación al punto anterior, también se plantea la duda de si la robótica social puede tener el efecto contrario al que busca. Esto, es, conducir a situaciones de aislamiento social. Por ejemplo, yolviendo a Japón, existen personas que tienen graves problemas para comunicarse con otros seres humanos y que se aíslan en su propio mundo. Incluso, algunos llegan a estar años sin salir de su casa (hikikomori). Los robots sociales pueden ser una solución para que estas personas no se sientan tan solas. Sin embargo, también plantea una duda. ¿Acaso este tipo de robots sociales no contribuirían a crear la falsa sensación de una interacción humana, y contribuir todavía más al aislamiento social?
Por otra parte, la robótica social no solo tiene el peligro de cambiar las relaciones entre seres humanos. También puede modificar las relaciones entre los seres humanos y otras especies. Por ejemplo, los robots con apariencias de animales podrían llegar a convertirse en las mascotas de la familia, y llegar a sustituir a las mascotas reales. Podría llegar el momento en que una familia prefiera tener un perro o un gato robótico antes que un perro o un gato de verdad. Esto añadiría una capa más de complejidad ala influencia que la robótica social tiene sobre nosotros. Ya no solo afectaría a las relaciones con nuestros semejantes, sino con el entorno natural y con otras especies.
En definitiva, como casi todos los ámbitos de la robótica, la robótica social puede tener numerosas aplicaciones y ventajas, pero también plantea dudas que son muy complejas de resolver. El tiempo dirá hasta dónde queremos que los robots entren en nuestras vidas.